martes, 22 de marzo de 2011

La hora de la sangre y los negocios


MEMORIA ACTIVA

El reloj del golpe fue marcado por los civiles del partido sin votos que floreció en la Década Infame después del derrocamiento de Hipólito Yrigoyen y se quedó demudado en el 45 con la llegada del peronismo, Precisamente, al entreabrirse la puerta de la Casa de Gobierno, hacia también su ingreso el poder mas rancio de la Argentina. Al poco tiempo juraba como ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, y con el,  la legión de los integrantes del Partido Sin Votos. Conformaban toda la geografía del país. Desde la comuna mas pequeña hasta el ministerio de Economía. Había de todos los colores políticos, menos de los proscriptos de siempre.

EL 24 DE MARZO DE 1976. HABIA SONADO NUEVAMENTE LA HORA DE LA SANGRE Y LOS NEGOCIOS

El 24 de marzo de 1976 volvió a sonar en la Argentina la hora de la espada. El país ya lucía pintado con colores marciales en 1976, cuando la Junta Militar encabezada por el general Jorge Rafael Videla asaltó el poder y derrocó al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo.

Dos decretos de 1975, el 2.270 y el 2.272, le habían dado el monopolio de la represión a las Fuerzas Armadas y la misión de “aniquilar a la subversión”. Los uniformes se habían incorporado al paisaje y a las pesadillas de la gente común.

El golpe fue, tan cantado que días antes los legisladores radicales habían retirado la estatua de Hipólito Yrigoyen del Congreso por temor a que fuera humillada, subrayaba el clima social con sordos ruidos de tanquetas y de aceros y repartía desde los medios de comunicación los rostros graves y cenicientos de quienes subían las escaleras de los palacios del poder público inflando aún más el espíritu carnicero que los dominaba.

Contaminando por unanimidad todos los medios de comunicación, la imagen del nuevo poder, a cargo de la Junta Militar de Videla, Emilio Eduardo Massera (Armada) y Orlando Ramón Agostini (Fuerza Aérea) podría sintetizarse como un monstruo uniformado con el cuchillo entre los dientes.

Esa hipermilitarización de la vida cotidiana, la designación de interventores con jinetas en todos los ministerios y gobernaciones, la seguidilla de bandos y comunicados en voz metálica y amenazante marcando el paso del comportamiento diario, entregaban la certeza de que se estaba ante una era castrense al ciento por ciento.

La casta ferrosa se adueñaba del poder y, a los exclusivos fines golpistas repartía, por un acuerdo del Equipo Compatibilizar Interfuerzas (ECI) formado en 1975, el 33 por ciento de la administración total del país para cada una de las armas de cielo, mar y tierra.

Pero entre tanta fanfarria se entreabría una puerta restauradora del poder civil más rancio de la Argentina. El que juraría como ministro era nada menos que José Alfredo Martínez de Hoz (h.) acompañado por una troupe tan encorbatada como cuartelera, el Partido del Orden sin Votos, que se había desacomodado con la vigencia del sufragio universal y secreto, el que había vuelto por sus fueros con el golpe del 30 y la Década Infame, el que se había sentido desesperado y sin brújula con la sorpresa del peronismo en 1945

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