viernes, 15 de abril de 2011

Algunos columnistas se merecen un candidato




OPINION. Por Marcelo Capurro. Revista Debate

ALGUNOS COLUMNISTAS DE LOS GRANDES DIARIOS SE MERECEN UN CANDIDATO.  LA DESESPERACION. REUTEMANN, MACRI, COBOS Y EL CERO DE LA RULETA


 Faltan pocos meses para que el kirchnerismo en el poder cumpla ocho años.
Y, aunque depende de cada uno si estos tiempos han sido para bien o para mal, nadie puede negar que, aquí, muchísimas cosas hayan cambiado.
Nosotros creemos que han sido -y son- para bien.
Pero hay que admitir que otros piensan lo contrario.
Encarada ya esta recta final de la segunda gestión -primera de Cristina Fernández-, el periodismo la encara dividido, como corresponde, entre aquellos que empujamos para que esta experiencia continúe y los que darían cualquier cosa (sí, cualquier cosa) para que esto termine ya.
Siempre ha sido así y siempre será.
Si nos pusiéramos a hilar fino, lo que más preocupa es que no se trata de optar entre dos proyectos político-económicos sino entre dos concepciones de la vida.
Parece grandilocuente y tremendista. Pero es así.
Insistimos: ahora no es el momento para este tema.
Pero sí para comentar que, a veces, la ansiedad por un resultado aconseja mal y, en ciertos casos, lleva al ridículo.
La desesperación por evitar la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner en las presidenciales del 23 de octubre ha llevado a recorrer todas las posibilidades.
Es el caso de algunos columnistas de los grandes diarios.
Algunos. No todos.
No haremos nombres. El lector adivinará quiénes son los incursos en episodios de ansiedad descontrolada.
Desde hace mucho, casi desde la asunción de la actual Presidenta, estos voceros periodísticos vienen gestionando la creación/fabricación/armado de un candidato para el próximo turno.
Y algunos lo han hecho, y lo hacen, con tanta dedicación y fervor que merecerían mejor suerte.
Desde hace largo tiempo, por ejemplo, Carlos Reutemann fue ungido como la esperanza blanca. El peronismo seguro, contemporizador, no peligroso. Un conservadorismo popular, símil Menem.
Reutemann. El eterno candidato. El inmarcesible. El que vio algo que no le gustó y fue capaz de callarse. El señor de los silencios.
A partir de tanto silencio, comenzó el olvido.
Apareció entonces Francisco de Narváez, quien había ganado las legislativas bonaerenses del 2007, al mismo tiempo que Mauricio Macri se hizo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Los debates acerca de sus posibilidades, como colombiano, de ser presidente en la Argentina también pelaron las pestañas de aquellos columnistas, firmes en su voluntad de que la Justicia le hiciera un lugarcito
Reivindicado como empresario exitoso, organizado, pletórico de desconocidas medicinas para curar todos los males, se fue desarmando cuando la Corte Suprema dejó trascender que los colombianos no pueden.
¡Que pase el que sigue!
Durante y después de la guerra del C.A.M.P.O. (con puntitos, como lo escribe Luis Tonelli), todos los que creyeron poder aspirar a competir en octubre 2011 quisieron estar en la mira de los columnistas estrella.
El hombre del voto no positivo, el vicepresidente Julio Cobos, pasó a encabezar el pelotón mediático. Nadie consideró sus condiciones personales ni sus conductas -por llamarlas de alguna manera- partidarias.
La realidad de haberle hecho un feo al Gobierno alcanzó para darle alguna entidad política. Estrella fugaz, ave de paso, también fue desapareciendo de la pantalla del radar.
Después de la muerte de Néstor Kirchner, la Presidenta fue una viuda a la que se debe respetar y, más aún, aconsejarle el retiro. Quedarse en silencio, a la sombra de los recuerdos y, de ser posible, en El Calafate, al fresco y muy lejos de aquí.
Cuando eso no funcionó porque la Presidenta evidenció su voluntad de continuar en el ejercicio firme del poder, los mismos editorialistas revieron su posición: volvieron a la vieja acusación antikirchnerista de construir un poder hegemónico con ejercicio autoritario.
Llegó el turno de Macri.
Otro hombre, como De Narváez, premiado por el éxito, destinado a representar a la “gente como uno”, su precandidatura periodística viene atravesando las épocas.
Su inconstancia, sus indecisiones, su fácilmente detectable desinterés por la política son recompensa ingrata para aquellos que dan por él sus esfuerzos de tipeo.
Hace pocas horas, el intendente porteño propuso, con muy moderado éxito, una mesa de diálogo a toda la oposición. Por supuesto, él sería el candidato de todos quienes aceptaran concurrir al banquete. Como en el Evangelio, muchos fueron los llamados y pocos los elegidos. Por el momento, pocas nueces.
También Ernesto Sanz, importante referente del radicalismo, titular del bloque en el Senado nacional, fue precandidato presidencial de un mentado columnista por un tiempo no demasiado largo. Ocurre que el propio Sanz, luego de su lanzamiento público, se bajó de la interna partidaria y la UCR proclamó la candidatura de Ricardo Alfonsín.
De vez en cuando, resurge la sempiterna candidatura de Daniel Scioli quien ya no tiene lengua ni dialecto para expresar que está alineado hasta el fin con la señora Kirchner.
Hombre muy bien posicionado en las mediciones -sigue a la Presidenta en imagen positiva, según todos los encuestadores- están también cercanos, aunque como mal menor, al corazón de los comentaristas de los que venimos hablando.
Finalmente, Eduardo Duhalde, ex senador, ex Presidente, ex jefe político bonaerense, ex piloto de tormentas (Diz que él mismo ha sabido agitar aguas para crear oleajes). Flojo en las encuestas pero siempre presente, como esas sombras tangueras imposibles de alcanzar.
A los columnistas sólo les queda seguir apostando.
Cualquier jugador sabe que, a veces, sale el cero.
Ellos merecen, cuanto menos, un candidato.

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