domingo, 3 de abril de 2011

La renuncia de VH Morales y el silencio vergonzoso de la Academia Nacional de Periodismo





El vergonzoso silencio de las vestales de la Academia Nacional de Periodismo frente a la renuncia del periodista de Continental a ese organismo que suma a la mayoría de la corporación mediática. De los doce miembros que integran su conducción, solamente Ricardo Halperin compartio la postura de Morales  

“SI LA TAPA EN BLANCO QUE SACO CLARIN ES EL LADO “BUENO” DEL MUNDO, EL MUNDO ES UN ASCO”  (VICTOR HUGO MORALES)

“Nada más grave ha sucedido que el propio Grupo Clarín”, sostiene Víctor Hugo en una nota que firma en el matutino Tiempo Argentino y en “Un Caño”, en torno a la declamada libertad de expresión por parte de quienes la viven humillando y pisoteando desde las paginas del monopolio y la pantalla de TN, además de los 240 medios satélites que giran prisioneros en su torno. Precisamente el mas claro ejemplo de la impunidad con que actúa y de la complicidad de políticos de la oposición, es justamente la censura previa impuesta por Cablevisión a un programa político en Posadas sin que a nadie se le moviera un pelo en la Academia Nacional de Periodismo  



Sostiene Victor Hugo que si la tapa en blanco de Clarín es el lado “bueno” del mundo, el mundo es un asco. Si los defensores de Clarín, los políticos, los artistas y –lo que es peor– los trabajadores del periodismo que respaldan a Magnetto en su pretensión de victimizarse, están hablando de verdad de libertad de expresión, este periodista no entendió nada de su profesión. Y lo peor es que puede jurar que la ama, por lo cual ha vivido equivocado y duele aceptarlo.

Por eso, quizás, la mirada es exactamente la contraria. Nada más grave ha sucedido desde hace bastante más de diez años, sostiene el firmante, que el propio Grupo Clarín. No hay ideal, postulado, aspiración ética, que no haya sido triturada al paso de este gigante corrupto, que aplasta a su paso todo lo que toca, robándolo, o poniéndolo a su servicio.

En tiempos de dictadura, los comportamientos humanos recorren un amplio espectro de grises que deja en las orillas a los contendientes.  Sólo estos y ni siquiera ellos, porque hasta entre ellos, mientras esquivaban el fuego cruzado, hubo quienes fueron más resistentes a la tortura y no confesaron; y otros sí. Algunos lo hicieron apenas los tocó la picana y otros se murieron aguantando, sólo ellos estuvieron alerta para que el comportamiento fuera extremo.

Hace unos días en Un Caño, Pablo Llonto recordó una frase de este relator que en un gol de presentación en la Argentina, mencionó una canción emblemática de las luchas populares (“A Desalambrar” de Viglietti). Travesuras hubo muchas, de muchos, pero también repliegue, resignación, miedo, y hasta formas inevitables de convivencia con los usurpadores del poder.

La búsqueda de mimetizarse en la sociedad de los militares de entonces es una parte del plan. Para las personas públicas aún más. Son convocados, halagados. Dan un chirlo y un mimo los que detentan el poder. Si te hacés el loco ya sabes a dónde vas a parar, pero mirá que en el fondo somos buenos y te estamos haciendo un gran favor, ya vas a ver.

Pocos, salvo los que estaban en el fragor de la lucha, y sus familiares y más directos amigos, mantenían la guardia en alto y nada concedieron. Vivieron las profundidades del miedo, del odio y de la valentía. El resto, convivió, convivimos, con márgenes de dignidad que hubiésemos querido más enfáticos. Cualquiera que mire sinceramente aquellos años sabe lo que esta nota intenta decir. No hay héroes en la población “civil”, la que no participa de la lucha. En todo caso, sólo alguna excepción.

En ese contexto puede entenderse la debilidad de muchos medios. Las limitaciones para decir la verdad, para cuestionar al poder, para enfrentarlo. Pero algunos fueron mucho más allá de la comprensible debilidad humana. Y fueron cómplices, y lucraron con el apañamiento de esos gobiernos. Robaron papel, máquinas, hijos y construyeron un poder que fue un rebenque furioso a la hora de la libertad. Y a rebencazo limpio, sobre la base de lo conseguido en los tiempos de sangre, se quedaron con el país. No es necesario ni mencionar a Clarín, para que se sepa que de ellos estamos hablando.
Que tengan la desvergüenza de atreverse a esa tapa en blanco para quejarse de la falta de libertad de expresión, quienes cantaron “normalidad” en el país un aciago día del ’76, ofenden la historia. ¿Cuánta libertad si de verás la hubiesen anhelado, tenían ese día, cuando sí llegaron a los kioscos? Sin embargo a ellos, a los de Clarín, se los puede entender. Están defendiendo sus intereses. Pueden hasta ir presos mientras van cayendo a pedazos varios de sus privilegios. Magnetto, Ernestina, sólo aspiran a “irse” antes de que los alcance la justicia.
¿Pero los otros, los clarineros, los clarinetistas, los clarines, qué defienden? A estos cuesta entenderlos mucho más. Clarín usa esa tapa o lo que sea para lograr que cada una de sus estafas a la sociedad, queden bajo la protección de la libertad de expresión.

Muy bien Clarín. Nadie duda de la inteligencia de quienes a la luz del día se roban un país y luego lo custodian con la propia gente a la que estafaron. Pero, ¿cómo entender a los defensores?. Y no se habla aquí tan sólo de los políticos, que al menos transparentan sus ambiciones y ofrecen indicios de cómo piensan concretarlas.

Hay artistas, hay periodistas, hay trabajadores que no pueden ignorar el origen del conflicto y dejar de solidarizarse con esos trabajadores que gritaron con desesperación sin que nadie los escuchase mucho antes de la tapa blanca de Clarín. Carnerear de esta forma quienes están en el mundo del trabajo es una razón más valedera que la consabida mentira de Clarín, para apenarse

LIBERTAD DE EXPRESION Y EL SILENCIO DEL PATRICIADO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE PERIODISMO FRENTE A LA RENUNCIA DE VICTOR HUGO



Los periodistas de la institución no ofrecieron una respuesta a la altura de la renuncia del relator. Halperín defendió en soledad la posición de Morales, quien dejó el cuerpo luego de un documento en defensa de Clarín.

  Cuando me dieron un sillón me pareció mentira estar integrando lo más granado del periodismo nacional. Pero creo que el tiempo les demostró que somos muy distintos. No me gusta integrar un colectivo que toma decisiones que no firmaría. En consecuencia, hoy, de la manera más respetuosa que pueda, con sinceridad y con dolor también, porque es un honor que reconocí altamente emocionado en su momento, he renunciado a la Academia Nacional de Periodismo.”

Apenas unos minutos de su programa en Radio Continental le alcanzaron a Víctor Hugo Morales para alimentar como pocos la llama de un profundo debate que se viene dando al interior de la profesión respecto del rol que deben jugar en este momento histórico los periodistas.

Morales renunció a la Academia en respuesta al comunicado que la entidad difundió tras la protesta de trabajadores de Artes Gráficas Rioplatense quienes, cansados de buscar respuestas de la patronal a sus reclamos, impidieron la distribución de Clarín el último domingo.

Tiempo Argentino consultó a 14 miembros de la Academia sobre la decisión de Morales. Una inmensa mayoría evitó opinar sobre el asunto. Sólo hubo tres excepciones: Nelson Castro, Jorge Halperín y Jorge Cruz.
El periodista de TN y Radio Mitre, que integra además la Comisión de Libertad de Expresión de la ANP, ratificó su acuerdo con la postura de la Academia: “Lo único que tengo para decir es que lamento mucho la renuncia de Víctor Hugo, con quien comparto una amistad. Uno siempre prefiere que haya voces distintas que enriquezcan el debate, por eso sinceramente lo lamento mucho.”

Halperín, periodista de Radio Nacional y miembro de la Comisión de Publicaciones y Prensa, fue el único que apoyó públicamente el alejamiento de Morales. En diálogo con este diario señaló: “Comparto plenamente las razones de la renuncia de Víctor Hugo Morales. Yo trabajé 20 años en Clarín y doy fe de la posición antigremial que el Grupo siempre ha tenido. Me alegra saber que hay periodistas con coraje y valentía que se animan a tomar esta decisión.”

En contrapartida, Jorge Cruz, quien trabajó en el diario La Nación durante 46 años y es coordinador de la Comisión de Concursos, Seminarios y Premios de la ANP, consideró que “la Academia Nacional de Periodismo no hizo más que refirmar un principio que es su razón de ser: la defensa de la libertad de expresión ante cualquier ataque. La renuncia del señor Morales parecería indicar que él es un periodista que no apoya ese principio fundamental.”
José Ignacio López, vocero de La Nación, autor de la biografía de Héctor Magnetto (El hombre de Clarín) y secretario de la ANP, sostuvo: “Lo único que tengo para decir es que me llegó el mail de Víctor Hugo presentando su renuncia. No hay antecedentes de este tipo, pero ya la giré a la mesa directiva para que la evalúe. Y no tengo más nada para decir. No quiero hablar. ¿Está clarito?”
En el mismo sentido, Hugo Gambini, colaborador en el diario de Mitre y protesorero de la Academia, expresó: “Es problema de él. Yo en eso no me meto. Cada uno es dueño de hacer lo que quiera.” Desde el diario Clarín también evitaron hacer comentarios al respecto. Daniel Santoro, integrante de la Comisión de Publicaciones y Prensa de la ANP, aseguró: “La verdad, presento mi libro dentro de una hora y estoy con la cabeza en otra cosa. Es un tema muy vidrioso, tendría que ponerme a pensar, porque es una cuestión muy polémica. Preferiría hacerlo en otro momento.” Ricardo Kirschbaum, editor general del matutino y miembro de la Comisión de Admisión, directamente no atendió los llamados de este Tiempo.
El resto de los consultados fueron tajantes. Magdalena Ruiz Guiñazú, de la Comisión de Ética, manifestó que no tenía “nada para opinar”. Nora Bar, de Publicaciones y Prensa; Enrique Mayochi, de Biblioteca, Hemeroteca y Archivo; Ernesto Schoo, del sector de Admisión; y Hermenegildo Sábat, vicepresidente primero de la entidad, siguieron el mismo camino.
Quien sí tiene un punto de vista sobre el tema es Halperín: “No comparto en lo más mínimo la declaración de la Academia. Hace años que estoy alejado de la entidad por razones ideológicas y ni siquiera voy a las reuniones. No están actuando como un foro de periodistas, sino de empresarios. Que lo diga ADEPA, que representa los intereses de las empresas, es más coherente, pero que instituciones como FOPEA y la Academia tengan esta postura, es inentendible

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