viernes, 3 de junio de 2011

EL ALFONSIN COLORADO ABRIO LA PUERTA A LA DERECHA Y LE MANDO UN MENSAJE AL ESTABLISHMENT CON RODRIGUEZ FRAGA

ALFONSIN SE HA CONVERTIDO DIRECTAMENTE EN EL CANDIDATO AL QUE LA DERECHA Y LA CORPORACION MEDIATICA PONDRA TODAS SUS FICHAS.  CUANDO AUN DECIA QUE ESTABA NEGOCIANDO CON EL PS AL MISMO TIEMPO PACTABA LA CANDIDATURA DE RODRIGUEZ FRAGA, EL HOMBRE QUE SE OPUSO A LA ESTATIZACION DE LAS FJP EN EL 2008


EN EL 83 LA PRENSA DERECHISTA COMO “CABILDO” RIDICULIZO A SU PADRE POR SU PERFIL PROGRESISTA.  HOY   RICARDO JUNIORS SUEÑA CON SER EL LIDER CONSERVADOR Y PUSO UN PLENO AL COLORADO.

.LO CIERTO ES QUE EL CANDIDATO A PRESIDENTE DEBE ESTAR CONVENCIDO QUE LA POLITICA PROGRESISTA QUE DELINEO SU PADRE EN  EL 83 FUE LA GENESIS DE SU CAIDA POSTERIOR, Y EN ENTONCES PEGO UN VOLANTAZO AL OTRO EXTREMO, Y SE ALINEO NADA MENOS QUE CON FRANCISCO DE NARVAEZ, EL ENEMIGO Nº 1 DE LA LEY DE MEDIOS Y DE LA ESTATIZACION DE LAS AFJP.

POR DE PRONTO, EL HIJO DE ALFONSIN,  EN CASO DE IR A UN BALLOTAGE YA TIENE ASEGURADO LOS VOTOS DE LA FAMILIA DUHALDE QUIEN SE ENCARGO DE PONDERAR LOS VALORES DE RODRIGUEZ FRAGA COMO ECONOMISTA.  POR SUPUESTO QUE NO SE ACORDO DE LOS JUBILADOS

EN UN INFORME DE LA REVISTA 23 SE HACE UN RECORRIDO DE LOS ENTRETELONES POR LA QUE TRANSITO LA HISTORIA DEL RADICALISMO Y SUS DIFERENCIAS CON EL SOCIALISMO



Al revés. En junio de 1983, el Nº 65 de la revista Cabildo tildó a Raúl Alfonsín de “colorado” por su acercamiento a los sectores de centroizquierda.
Yo juego a ganador”, dijo Ricardo Alfonsín semanas atrás, con más aires de autoconvencimiento que de certezas. El tono de su apuesta, un pleno al colorado. Tal como su padre Raúl que, en 1983 y a los ojos ultramontanos de la revista Cabildo, se inclinó por esa misma paleta de colores en un guiño a “los zurdos”. Sólo que, esta vez, su hijo Ricardito eligió el camino inverso. 

Decidido a competir por derecha, el hijo del ex presidente mantiene firmes sus deseos de sumar a su espacio al empresario Francisco de Narváez –al cierre de esta edición, deslizó que el sábado 4 de junio oficializaría el acuerdo–, aun a costa de las grietas abiertas al interior de la Unión Cívica Radical y del distanciamiento con sus más antiguos aliados, como el Partido Socialista –que responde a Hermes Binner– o el GEN, representado por Margarita Stolbizer. En definitiva, sólo una cosa le importa hoy por hoy a Alfonsín hijo, ahora que tiene la oportunidad: aplicar a rajatabla el pragmatismo, en un momento histórico que lo ubicó como contendiente presidencial.

La declinación de distintas candidaturas presidenciales, todas ellas fervientes opositoras al kirchnerismo, les abrió a los radicales el paraguas de la especulación. Con un terreno abandonado por el ingeniero Mauricio Macri –que prefirió resguardarse en el terruño porteño que le asegura vacaciones extendidas– y convertido en arena movediza para el arco del Peronismo Federal –Eduardo Duhalde se bajó de la interna pero persiste en su ilusión de volver a la Rosada; Alberto Rodríguez Saá la mantiene a pesar de ser el único contendiente, y Mario Das Neves ya desistió de pelear mientras intenta reponerse de la depresión que le provocaron las elecciones chubutenses–, los votos provenientes del centro y centroderecha serían más fáciles de acumular que el voto progresista ya identificado con CFK (de confirmarse su candidatura) y el modelo nacional y popular.

En ese escenario, el peso de Buenos Aires también se esgrime como un factor crucial: la provincia representa casi el 40 por ciento del padrón y no desdobló su elección distrital de la nacional. En su defensa, los denarvaístas ponen sobre la mesa la victoria que alcanzaron en 2009 –cuando el propio Néstor Kirchner encabezó la lista de diputados– y los radicales, la imposibilidad de negar esa ventaja frente al bajísimo porcentaje que Stolbizer, como candidata a gobernadora, exhibe en las encuestas.

Pero, se sabe, en política no todo es aritmética. Y la alianza colorada podría fallar incluso en la vastedad bonaerense. Algunos analistas sostienen que el radicalismo fue construyendo en la provincia un trabajo conjunto con el GEN y el socialismo, y la ruptura de esos lazos tendría su correlato automático en un voto castigo. “De hecho, es contranatural la propuesta –aseguró un operador radical que rechazó el acercamiento con De Narváez–. El espíritu socialdemócrata no forma parte del esquema de Unión Celeste y Blanco y menos aún podría aplicarse en caso de gobernar el distrito en forma conjunta.”

Asimismo, diversos intendentes se opusieron a una alianza con el mentor de “alica alicate” –como el caso del mandatario de Tandil, Miguel Lunghi– y sectores de la Juventud Radical cuestionaron la estrategia alfonsinista e hicieron sentir su enojo. Bajo el título “No a la derecha en la UCR”, la línea Mo.Re.Na. expresó que el apoyo al “excéntrico empresario” representa “la firma del certificado de defunción del Frente Progresista a nivel local”. La Corriente de Opinión Nacional, ligada a Federico Storani, pidió que “no comprometan con actos y alianzas espurias el futuro del partido” y la juventud de Avellaneda disparó contra el hijo del ex presidente, a pesar de que el referente zonal, el abogado Juan Manuel Casella, integra la mesa chica de la campaña alfonsinista.

Los más moderados recuerdan que en 2007 el acuerdo con el ex ministro Roberto Lavagna incorporó como condición la cláusula de exclusión del denarvaísmo. “Jorge Sarghini fue el representante de la pata peronista en la provincia de Buenos Aires porque nadie quería al Colorado. Una cosa es aceptar cierto retazo conservador pero la presencia de De Narváez era incompatible con los intereses del radicalismo”, despotricó un dirigente ligado al alfonsinismo y poco afecto a las actuales preferencias de su jefe partidario. La fórmula, claro, no fue la más exitosa: el tándem Lavagna-Morales (hoy jefe del bloque UCR en la Cámara alta) apenas si cosechó el 23 por ciento de los votos.

Ninguno dice que, además de las preferencias, también entran en juego los cálculos por los espacios a ocupar en las listas. Los más dramáticos, en cambio, apuntan que el corrimiento hacia la derecha de Ricardo Alfonsín dilapida todo signo de credibilidad. “En los últimos años, la reconstrucción del partido estuvo basada en sus valores más progresistas –afirmó un integrante de la Comisión de Acción Política del Comité Nacional–. Romper con esa lógica es casi un suicidio, nos enajena y hasta representa el fin de una idea socialdemócrata de gestionar el sector público. Muchos podrán decir que la idea es ganar en octubre pero les preguntaría cómo será posible después recuperar la confianza en nuestra palabra.”

El análisis no es descabellado. Tampoco ciento por ciento purista, en términos de identidad política. En otros distritos, como la ciudad de Buenos Aires , las candidaturas de la UCR no representan, justamente, el espíritu progresista que supo defender el partido en otras épocas. Por caso, en Córdoba la gobernación será disputada el próximo 7 de agosto por Oscar Aguad, el diputado que supo posar para las cámaras junto al represor Luciano Benjamín Menéndez, tiene como apodo “el Milico” y, paradójicamente, se presenta como “el cambio” para la provincia. Y en Mendoza, el vice-opositor Julio Cobos buscará colar sus narices en las listas, en una puja con el candidato Roberto Iglesias.

Casi como un sinceramiento anticipado, el pasado miércoles 1 de junio, Ángel Rozas admitió que existen “pocas chances” de conformar un frente electoral con el Partido Socialista y el GEN. En línea con el titular de la UCR, aunque algo más impaciente, el senador jujeño Gerardo Morales declaró que “todos tienen derecho a ir solos en octubre (...) queremos abrir la posibilidad de tender acuerdos con sectores del Peronismo Federal”. Olvidó Morales la ausencia de la pata denarvaísta en sus tiempos de compañero de fórmula de Lavagna, así como intentó que sean los propios socialistas y margaritos –y no el radicalismo– quienes paguen los costos de una ruptura en las negociaciones.

Por su parte, el propio Ricardo defendió en una carta abierta su posicionamiento y pidió, como quien suplica al cielo, “por la unidad de una fuerza progresista nacional y popular”. Más como pantalla discursiva que por convencimiento, el candidato radical dijo que “no hay que vacilar” al momento de sumar fuerzas sociales y políticas de distinto signo para enfrentar al oficialismo. En concreto, se trató de un mensaje dirigido no sólo al gobernador santafesino Hermes Binner –cada vez más seguro de enfrentar los comicios de octubre por su cuenta y riesgo– y a la dirigente Stolbizer, empeñada en defender su lugar en territorio bonaerense. También apuntó a ciertos sectores del establishment, a quienes desvela vencer al kirchnerismo en las urnas, por sobre todas las cosas y cueste lo que cueste. En ese campo, y ya resignados a que Alfonsín sea su candidato –aunque no se trate de su elección primaria sino de última opción–, la presión para que se corra a la derecha del espectro es tan fundamental como inevitable. La figura de Binner no genera confianza en esos espacios afectos a imponer sus condiciones y subsumir el devenir político a sus propios intereses. Quizá por esa misma razón la búsqueda de un vice para la fórmula termine recayendo en el mendocino Ernesto Sanz, que se bajó de la interna partidaria y tampoco competirá por la gobernación de su provincia. Mimado por sectores económicos y mediáticos concentrados, Sanz podría ocupar el lugar que ya rechazaron Lavagna –el primero de los consultados para compartir la fórmula con Alfonsín– y la hormiguita Graciela Ocaña, más cómoda con la idea de ocupar una banca como diputada y defender desde la Cámara baja los proyectos radicales y denarvaístas.

Lejos de las convicciones, lo importante para muchos es que existe una esperanza anti K. Que no tendrá boina blanca pura, sino más bien anaranjada. Pero esperanza, al fin

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