jueves, 7 de abril de 2011

El tren fantasma de la Alianza



OPINION : LAS DIFERENCIAS DE LAS ALIANZAS

Luego de que varios de los sectores políticos que conformaron “La Oposición A” suscribieron un documento para salir a “defender la democracia avasallada y en peligro por el autoritarismo oficialista” algunos se hicieron los distraídos y prefirieron “hacer mutis por el foro”. El hijo de Alfonsín fue un o de los pocos que cayo en el juego de Macri, y posteriormente se sintió tan arrepentido que le pidió al partido que lo proclame candidato de la UCR urgentemente, frente a la deserción de Sanz y Cobos.

MACRI INTENTO HACER REAPARECER “EL TREN FANTASMA” DE LA ALIANZA Y LA MAYORIA HUYO DESPAVORIDA.  SOLO QUEDARON EN EL ANDEN  ESPERANDOLO.  ALGUNOS RADICALES Y LOS “PERONISTAS RESIDUALES” ENCABEZADOS POR DUHALDE Y DE NARVAEZ...
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Con el sueño de ser el flautista de Hamelin de la oposición dispersa, Macri lanzó la idea de gestar un "gran acuerdo" anti-"K". Duhalde y algunos radicales también apoyan la movida. Pero ¿en qué se parece y en qué se diferencia este posible "conglomerado" de la fallida Alianza de hace una década?

Un fantasma recorre el amplio universo opositor: el fantasma de la "Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación", más conocida como "Alianza" a secas, ese pacto de la UCR y el Frepaso que fue exitoso en términos electorales pero más olvidable en cuanto a su breve gestión de gobierno. Los entusiastas impulsores de actualizar aquel método y armar un conglomerado anti-kirchnerista son: Eduardo Duhalde, envalentonado después de su triunfo en la minimalista interna capitalina; el alcalde Mauricio Macri, que propone una "candidatura presidencial unificada", preferentemente encarnada por él mismo; Francisco de Narváez y los radicales Ernesto Sanz y Julio Cobos. Sus detractores más vehementes son Ricardo Alfonsín, Elisa Carrió y Fernando "Pino" Solanas, quien afirmó con idioma juvenil que "la Alianza ya fue". Difícil, entonces, por la heterogeneidad de los partidos opositores, la potencia de las ambiciones personales y la dramática reducción de cargos intermedios que implicaría una fusión electoral. Sí existe un revival aliancista en la designación de un adversario político común –el Gobierno, hoy muy sólido en las encuestas– y de un discurso sobre el que cabalgará el grueso de la oposición: el rechazo al presunto autoritarismo oficial. Así, la esperanza de los presidenciables con chances es llegar al ballotage y, una vez en ese escenario, encabezar una coalición espontánea y transversal que derrote a Cristina Fernández.

Si en 1999 el hit de la Alianza fue su cruzada moral en contra de la corrupción menemista, el documento difundido a raíz del conflicto gremial que impidió la circulación de Clarín fue una muestra gratis de los argumentos que azuzará en conjunto el espacio de la oposición, aunque no logre consensuar una única candidatura de cara a las elecciones de octubre.

"Cuidar la democracia es el imperativo de esta hora, y lo vamos a hacer". Así cierra el texto que firmaron los presidenciables Alfonsín y Sanz por la UCR, Macri por PRO, Duhalde y Felipe Solá por el Peronismo Federal y Carrió por su Coalición Cívica. Salvo Solanas y Cobos (se excusó en el formalismo de su vicepresidencia), los principales precandidatos que tiene el arco no kirchnerista.

Montado sobre el clima de camaradería opositora que había generado el documento, con actitud vanguardista y la ambición de convertirse en el flautista de Hamelin de todos los hombres y mujeres, dirigentes y civiles que sean críticos del kirchnerismo, Macri convocó a "hacer un gran acuerdo que, de mínima, dé garantías de gobernabilidad y de máxima, una candidatura presidencial unificada". La estrategia de Macri es polarizar con el kirchnerismo, en los detalles y en el fondo, y así construirse como el único rival viable.

Duhalde, que ya no oculta sus perspectivas de confluir con PRO, aportó su tradicional fanatismo unificador después de su victoria por 248 votos sobre el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, en la módica pre-interna del Peronismo Federal. Duhalde opinó que "armar frentes electoral-opositores sería letal para el Gobierno" y que "no es inteligente descartar alianzas". Y una micro-milésima después aclaró que en realidad no se trataría de una alianza porque "la palabra ‘alianza’ es mufa".

La Alianza de la anti-cábala citada por el ex gobernador se creó para las elecciones legislativas de 1997 y le ganó al menemismo en casi todo el país. En el ‘99 triunfó apoteóticamente en las presidenciales: la fórmula Fernando de la Rúa-Carlos "Chacho" Álvarez sacó un 48% de los votos contra el 38% de Duhalde-Ramón Ortega. Hasta que, en 2001, llegó el desenlace triste y conocido. Estaba compuesta por la UCR y por el Frepaso, un frente de partidos de centroizquierda en el que "Chacho" Álvarez y Graciela Fernández Meijide eran los dirigentes más notorios.

¿Hay, entonces, un paralelo histórico posible entre esa Alianza y esta alianza, impulsada por Macri, Duhalde, De Narváez y Cobos? Según comenta Fernández Meijide a NEWSWEEK, sí y no. Para la ex ministra de Desarrollo Social, tanto ahora como entonces "hay un oficialismo peronista fuerte dispuesto a ejercer el poder enérgicamente" y, a la vez, la certeza de que "los partidos opositores aislados no podrán ganarle". Pero hasta ahí llegan las similitudes que analiza Meijide: "La Alianza eran dos partidos con afinidades, en la oposición actual eso no está tan claro".

Si el del ‘97 fue un ensamble entre la UCR y cierto peronismo progresista, la movida integracionista actual incluiría radicales, la centroderecha de PRO, el peronismo residual más ortodoxo y, en la periferia, la centroizquierda nacionalista de Solanas y el republicanismo pre-ideológico de Carrió. Un combo inusual, sinceramente.

Con mirada más pragmática, el sociólogo y director de la consultora Equis, Artemio López, asegura que "es imposible que haya una única candidatura presidencial para pinistas, radicales, macristas y duhaldistas" porque, entre otras cosas, esa hipótesis "implicaría resignar una gran cantidad de cargos para concejales, intendentes, diputados y senadores de esos partidos". Un renunciamiento que, apuesta López, no sucederá.

Entre los tres créditos nacionales de la UCR existe una discrepancia redonda sobre la hipótesis de una coalición amplia. Sumariamente, Alfonsín dice que no, y Cobos y Sanz dicen que sí. El vicepresidente en (dis)funciones habló de una "cierta simbiosis" con Duhalde para "ir juntos en un escenario electoral". El senador mendocino explicó: "Necesitamos un gran acuerdo para ganar".

La actitud expansiva de Cobos y Sanz revela, de paso, sus escasas posibilidades de imponerse en la interna radical. La audacia, en éste y en muchos casos, está en relación inversa a la perspectiva de éxito.

Ricardo Alfonsín, que acompañó con reparos y críticas intramuros la antigua Alianza, expresó lo opuesto que sus correligionarios: "No creo que una nueva Unión Democrática o una alianza entre quienes piensan diferente pueda ganar las elecciones. Y si pudiera hacerlo, después sería muy difícil y estaríamos asegurando el regreso del actual partido de gobierno".

El plan alfonsinista es, primero, formalizar su acuerdo con los socialistas de Hermes Binner (compañero de fórmula soñado por los ricardistas), con el GEN de Margarita Stolbizer (posible candidata a gobernadora bonaerense) y con Pino Solanas (improbable postulante a jefe de Gobierno porteño), tres dirigentes que formaron el documento "Cuidar la democracia", más algún peronista errante (¿Solá?).

Stolbizer, Solanas y también Carrió demolieron la iniciativa del eje Macri-Duhalde-Sanz. El veterano cineasta afirmó: "No queremos intentar una nueva versión de la Alianza", y "Lilita" –que marcha firme y decidida a una postulación testimonial de alrededor de 5 puntos nacionales– rechazó el "rejuntado electoral".

Alfonsín, además, carga con el imaginario de que los radicales no pueden lidiar con las corporaciones políticas, sindicales, mediáticas o empresariales. Una creencia social alimentada por el tramo final del Gobierno de su padre y, sobre todo, por la tremenda incapacidad para manejar el poder que mostró la Alianza.

El diputado Ricardo Gil Lavedra, ex ministro de Justicia de De la Rúa, hoy militante del ricardismo, cuenta a NEWSWEEK que aquella Alianza "falló en el diagnóstico de la herencia recibida y en los mecanismos de funcionamiento interno". La moraleja para este abogado, que integró el tribunal que condenó a las Juntas Militares de la última dictadura, es que "no sirven diez dirigentes sacándose una foto porque no sólo hay que ganar las elecciones: después hay que gobernar.  Por Andres Fidanza. “Newsweek”

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