sábado, 7 de mayo de 2011

Lejos de las presidenciales sin aliados y con crisis interna

LEJOS DE LAS PRESIDENCIALES, SIN ALIADOS Y CRISIS INTERNA


MACRI LANZO SU CANDIDATURA A….JEFE DE GOBIERNO DE LA CIUDAD ENTRE GLOBOS Y REMERAS DE COLORES EN UNA FIESTA TIPO CIRCENSE EN LA QUE NO ESTUVO TORRES DEL SEL

DESCONCIERTO, DESAZON, INCERTIDUMBRE DEL QUE FUE OTRORA EL CANDIDATO PREFERIDO DE LA DERECHA Y DEL MONOPOLIO MEDIATICO



Mauricio Macri, entre globos y remeras de colores, se la jugó por su reelección en el distrito porteño. Muy lejos en las presidenciales y con una pelea intestinota hacia adentro de su partido, el expresidente de Boca buscará otro mandato en la Ciudad.
 La información ya se manejaba hace varios días; Macri declinaría su ilusión presidencial para ir por la reelección en el ámbito porteño. Las razones fueron dos: sus magros números en las encuestas en el ámbito nacional, y la interna por la sucesión en el ámbito porteño que estaban desangrando al PRO.

Hoy, en una fiesta circense, Macri terminó de bajarse de la carrera presidencial y anunció que irá por la reelección en la Ciudad e hizo un llamado a la "unidad nacional" en un discurso breve.

Al mismo tiempo, explicó que el PRO formará parte de alguna opción nacional en las elecciones presidenciales de octubre.

"Estoy convencido que el lugar para hacer mejor aporte para la Argentina que todos queremos es la Ciudad de Buenos Aires", señaló Macri en su breve discurso.

"Les pido con mucho orgullo y con mucha humildad que me acompañen en éste nuevo desafío que es la reelección en la Ciudad de Buenos Aires", continuó el candidato del PRO.

De ésta manera, Macri buscará cuatro años más de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires. Si bien las encuestas lo dan primero en intención de voto, por ahora el candidato del PRO deberá ir a una segunda vuelta con el candidato que elija el Frente Para la Victoria.

Habrá que ver también cómo impacta la candidatura de Pino Solanas en el distrito, otro actor que se había lanzado con fuerza en la carrera presidencial pero que luego debió bajarse por su baja intención de voto en el ámbito nacional.

En el acto, el PRO y sus seguidores intentaron hacer pasar por fiesta, lo que en definitiva fue la declinación de una candidatura presidencial que Macri veía como muy factible hace poco más de un año. El partido que gobierna la Ciudad desde hace casi cuatro años nunca logró un importante armado en el interior del país y al mismo tiempo, la gestión del Gobierno Nacional mejoró la intención de voto de la Presidenta Cristina Kirchner y echó por tierra la candidatura presidencial de Macri.

Aún así, el PRO intentó festejar la candidatura de Macri aunque el humor dentro del partido no fuera el más alentador

DESCONCIERTO, DESAZON, INCERTIDUMBRE Y BRONCA
Por Néstor Leone. Revista Debate

Desconcierto, desazón, incertidumbre, bronca. Ésos parecen ser, por estas horas, los denominadores comunes entre dirigentes y operadores PRO, tanto porteños como del resto del país. Mauricio Macri ha declinado sus chances de competir por la carrera presidencial y tiene pensado revalidar sus credenciales como jefe de gobierno en la Ciudad. Y parece que la noticia no ha conformado a nadie, ni siquiera a quienes militaban por la reelección como apuesta primaria. Cuestiones de forma en la decisión final, alegan algunos como razón para tanto inconformismo; secuelas negativas en la imagen ante tanta indefinición nociva, señalan otros. Lo cierto es que el PRO y su candidato más taquillero quedaron enredados en una secuencia de internas no saldadas, arrebatos personalistas y operaciones cruzadas de la que mucho le cuesta salir y que amenaza con complicarle las chances en el distrito que gobiernan desde hace casi cuatro años.

El primer reproche, casi al unísono, parece dirigido al propio Macri. Le adjudican falta de tacto político para manejar la situación y el hecho de que la ausencia de precisiones se haya convertido en un perjuicio concreto y no en un factor sorpresa. Ligado a esto, los más duros, hablan directamente de fallas groseras en la conducción de la fuerza y en déficits severos en materia de liderazgo. Macri tomó nota y no se quedó atrás. En las últimas reuniones con ministros y allegados cuestionó la facilidad con la que la decisión que iba a tomar se había filtrado en los medios de comunicación apenas él la había dado a conocer en la más hermética intimidad. A algunos les endilgó deslealtad; a otros, falta de compromiso con la causa. En todos los casos, mostrando su disgusto con el estado de cosas dentro del PRO y con un semblante que no escapaba a la sensación promedio de la fuerza. Consciente, quizá, de lo mucho que tendrá que trabajar para apuntalar los ánimos de su propia tropa y que tendrá que eludir dardos envenenados de opositores que le enrostrarán una imagen de dirigente de cabotaje y medroso.

Se sabe, Macri vuelca su mirada otra vez hacia la Ciudad muy a su pesar. Casi a desgano y por descarte, presionado por las circunstancias. Pero su voluntad era dar el salto nacional y representar al votante anti K en las elecciones de octubre. O, en todo caso, con una buena performance, convertirse en líder indiscutido de la oposición de cara a 2015. Su desapego por la gestión local resultaba conocido; también su voluntad por debatir en términos de proyecto de país. Y ambas eran razones que apuntalaban el proyecto presidencialista. Los más insidiosos, no obstante, hablaban de su deseo de jugar a todo o nada para, si era nada, tributarle más tiempo a sus viajes, a su hijo en camino y a su relación con la empresaria Juliana Awada sin el molesto ojo avizor de los medios. No pudo ser. Ahora tendrá que lidiar con preguntas incómodas sobre promesas de campaña no cumplidas y desatinos acumulados en la gestión cotidiana. Y, de ganar, tendrá que volver a sobreactuar un papel de víctima casi permanente de un gobierno nacional, ajeno y distante.

La opción presidencial, por cierto, tenía sus complicaciones. Severas, sostenían quienes impulsaban la candidatura porteña. Y, de alguna manera, fueron las que dieron vuelta el fiel de la balanza. Por un lado, el crecimiento de la imagen de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, luego de un bienio de sobresaltos, y la posibilidad del candidato del PRO de no hacer una elección digna de sus pretensiones. Las encuestas (todas), hasta aquí, hablan de eso. Por el otro, la ausencia de una estructura nacional propia, la escasez de aliados de peso en territorios sin presencia partidaria y la comprensión tardía de que el alto nivel de conocimiento como ex presidente exitoso de Boca Juniors no podía sustituir de ninguna manera el necesario trabajo de armado político, la formación de cuadros y el trajinar por las rutas del país más que por los estudios televisivos. Claro, razones internas y de cabotaje también había. Por ejemplo, las recurrentes peleas entre los candidatos a reemplazarlo en la Ciudad (Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta), la certeza de que ninguno de ellos le garantizaba una buena elección en su distrito de cabecera y la presión de algunos empresarios amigos para no resignar negocios compartidos. Razones, en definitiva, que tuvieron su peso.
  
REVUELO INTERNO

La versión más escuchada sobre estos hechos dice que Macri había tomado la decisión el lunes 2, luego de una reunión con su mesa chica, pero que ya la venía madurando desde hacía, por lo menos, diez días. La iba a comunicar el sábado 7, para que fuese tapa de los diarios del domingo. Y, según se narra, le habría prometido algún dato extra al diario Clarín. Nada de eso pudo corroborarse. Entre otras cosas, porque los hechos se precipitaron. En la tarde del martes 3, la decisión de Macri corría como reguero de pólvora y modificó parcialmente los planes del ingeniero. La filtración, según esta versión, habría sido una muestra de disgusto de parte de quienes se contaban en el sector de los perdedores o, por lo menos, que más habían hecho por la candidatura presidencial del jefe de Gobierno. Pero, claro, no fue la única. Por ejemplo, circuló que el trascendido había sido una operación de una línea interna del macrismo para cortar abruptamente con la indefinición. Y también se rumoreó que había sido una contraoperación de otro sector para revertir la decisión ya tomada.

Lo cierto es que la noticia causó mucho revuelo. Incluso entre quienes podían contarse como virtuales ganadores de la compulsa interna. Por ejemplo, Michetti. “A mí, Mauricio no me avisó nada”, se la escuchó decir por los pasillos de Diputados, absorta. Solicitada por Debate, una fuente cercana a Michetti dijo que la diputada no iba a hacer declaraciones porque había ya “mucho ruido y no quería aportar el suyo”. La posibilidad de que un armado improvisado pudiera tenerla a ella con un rol importante (¿vice de una fórmula encabezada por Felipe Solá?) lograron contenerla. Quizá tanto como la promesa de “emprolijar” las cosas o la necesidad de ganar espacios en las listas de legisladores y/o convertirse en electora del vicejefe. En esa carrera ya se anota la ministra María Eugenia Vidal, enemistada con Michetti y funcionaria mimada de Macri, quien tendría las mayores posibilidades. El sector de Michetti, se sabe, pretende que sea el también ministro Hernán Lombardi, mientras que los sectores de raigambre peronista dentro del PRO hacen fuerza para que el candidato sea Diego Santilli.
Pero más que Michetti, quienes conocen el paño en el PRO señalan al empresario Nicolás Caputo y al consultor Jaime Durán Barba como los verdaderos ganadores y, en cierta medida, los grandes “decisores” en esta circunstancia. Un legislador consultado por Debate lo corrobora, sin dejar de señalar su bronca ni de mencionar las marcas que la medida podría dejar en la candidatura local de Macri. ìNicolás Caputo y Durán Barba fueron clave en la decisión. Y el efecto cagazo, sin dudaN, fue una de las frases que dejó en ese sentido.

A Durán Barba, asesor de máxima confianza del ingeniero, se le atribuye la idea de que “no hay posibilidades ciertas de ganar frente a Cristina” y que sólo Macri puede retener la Ciudad. A Caputo, amigo de toda la vida de Macri, se le endilga el recelo por los cuidados de la entente negocio-gestión. La bronca de la línea peronista del PRO -Cristian Ritondo, Emilio Monzó y Humberto Schiavoni, entre otros- con el ecuatoriano es histórica (intento de “desperonización” mediante, en campañas anteriores) y, según cuentan, casi se convierte en un episodio de pugilato en esa reunión del lunes 2, de no haber mediado el propio Macri. En Ezeiza, al pie del avión que lo llevaría a Quito, Durán Barba se excusó de hablar con Debate. De Caputo poco más se sabe, de viaje por Estados Unidos.

Por lo que pudo verse hasta aquí, estas idas y vueltas dentro del macrismo amenazan con dejar más de una herida abierta. Por ejemplo, ya se puso en la mira a Federico Pinedo, diputado nacional, eje de la estrategia nacional del PRO y uno de los más entusiastas promotores de la candidatura presidencial de Macri. De gira oficial por el Vaticano, Pinedo no estuvo en los momentos clave de la discusión y eso, aliados internos, se perjuran no perdonárselo. Pero no es lo único. Por un lado, la retirada hacia lo local ha dejado menos espacios y candidaturas en disputa, cosa que ya anticipa una pelea con dosis variadas de ferocidad. Por el otro, la posible designación del rabino Sergio Bergman como primer candidato a legislador puso en pie de guerra a los políticos .de carrerad con los  recién llegadosr. “La meritocracia es un esfuerzo inútil en el PRO“, fue el modo de mostrar su descontento por parte de uno de ellos ante Debate.

OCTUBRE

Si en el PRO-Capital las rencillas están a la orden del día, la desazón y la incertidumbre entre los dirigentes del interior del país se reproducen de manera ampliada. “No ir con candidato propio en la nacional es una locura. En octubre hay que presentar listas de diputados... ¿qué hacemos?, señala un dirigente que conoce de cerca el difícil armado de un partido al que tanto le cuesta trascender más allá de la General Paz. Y menciona los casos de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, como los más graves, por ser los distritos donde el PRO intentaba hacer pie con una estructura propia. “Nos quieren matar”, señala ese mismo dirigente para completar la idea y darle la intensidad que cree que el tema amerita. El más perjudicado, en ese sentido, parece ser Jorge Macri, primo de Mauricio, quien depende de una fórmula nacional de peso no sólo para hacer una buena elección distrital sino también para negociar espacios en las listas. Para el Macri bonaerense, está claro, no es lo mismo negociar con un candidato presidencial propio y de peso, que hacerlo sin él. La decisión de volver a abrir un canal de diálogo con Francisco de Narváez habla de eso. Y las reticencias del empresario para atenderlo, también.

Algo similar sucede en Santa Fe, donde el cómico Miguel del Sel apenas puede ocultar su fastidio con el ingeniero, luego de que éste le haya prometido hace unos meses, en Mar del Plata, que iría por la presidencia y que lo apoyaría en su incursión política. Poco de eso existe hoy. “Acá hubo una decisión de no tener partido. Se creyó que era mejor pagarle a Durán Barba que pagar una estructura”, fue la respuesta que obtuvo Debate cuando se le preguntó a un dirigente nacional sobre la cuestión. Consideración que fue seguida de la desazón que le provocaba ceder la centralidad opositora a Ricardo Alfonsín y no aprovechar la orfandad del espacio de centroderecha. En un sentido parecido, un dirigente porteño de tradición peronista marcaba las dificultades que había tenido la fuerza para tender puentes hacia sectores del justicialismo no kirchnerista. “En el PRO hay esa cosa medio gorila que impide hablar en serio con Duhalde. Igualmente, habrá que ver qué pasa con el relanzamiento en el Luna Park. La interna frustrada con Rodríguez Saá también pesa, calibraba, no sin antes advertir que la distancia con este sector podía acarrearle a Macri otro dolor de cabeza: la posibilidad de que el despecho termine de candidatear a Martín Redrado por este sector, hecho que podría restarle valiosos puntos al candidato PRO.

Lo cierto es que el PRO no tiene todavía un plan claro para octubre. Y eso preocupa filas adentro, tanto como le entusiasma al radicalismo que un espacio opositor importante quede vacante. El viaje de hace unos días de Macri a Córdoba para entrevistarse con el diputado Oscar Aguad, candidato a gobernador por esa provincia, dio muestras de ese nuevo estado de cosas. “La reunión con Aguad muestra lo desesperado que está Macri. Fue una señal de debilidad muy grande. Fue al pie con un tipo que no decide estas cosas”, fue la definición que dejó a Debate una importante fuente radical, quien a su vez negó que existieran negociaciones en marcha entre ambas fuerzas ni que pudieran darse acuerdos explícitos y formales con la centroderecha. “La fórmula radical será socialdemócrata, respetando el espíritu del partido. Ahora, si otros espacios quieren venir con nosotros nadie les va a pedir nada, ni ellos estarán en condiciones de exigirnos algo”, sostiene el dirigente. Para este sector del radicalismo, que tiene su peso en la Ciudad, el ideal sería una candidatura de Alfonsín con Hermes Binner (o Roberto Lavagna, si el santafesino pierde en la interna socialista), con la posibilidad de contener al GEN de Margarita Stolbizer y de sumar a De Narváez, con una lista de adhesión, como la llaman. De darse esto, el PRO podría recibir otro revés a nivel nacional.

Lejos de los tiempos en que pensaba que la Ciudad podía convertirse en un perfecto trampolín para sus aspiraciones presidenciales (las únicas, las verdaderas), Macri vive estos días atravesado por sensaciones extrañas. Con una decisión casi a desgano, muy a su pesar y por descarte, sólo parece pedir que 2011 le asegure su subsistencia política.


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